jueves, 5 de enero de 2012
Horacio Agustín Saldaño: La "Pantera"
Como en el caso del "Mono" Gatica, no necesitó ser campeón argentino, sudamericano o mundial para llegar a ídolo de la afición boxística. Se llama Horacio Agustín Saldaño, "La pantera tucumana" y el 17 de octubre cumplió 63 años. Nació en Tucumán y ya a los 9 comenzó a practicar boxeo por consejo de su padre. Después de su etapa de amateur, ingresó al profesionalismo a los 18, en 1966 y prolongó su campaña hasta que una segunda derrota ante "Uby" Saco en 1983 le indicó el camino del retiro. Tenía entonces 36 años.
El 14 de setiembre de 1968 ?Día del Boxeador? se presentó por primera vez en el Bristol. En una de las peleas más fragorosas, más intensas que me tocó relatar, venció por puntos en 5 asaltos por decisión técnica (lesiones en el rostro del rival) al duro español José Acha Paz, al que había derribado dos veces en el round inicial. Aldrovandi estuvo en el rincón del tucumano (65,660) y Pradeiro en la esquina del hispano (65,200) Ese mismo año Saldaño ganó por KOT a Aníbal Di Lella, quien tiempo después logró tomarse revancha venciendo por puntos en gran actuación. Fue el 23 de febrero de 1972, en la última actuación de Saldaño en nuestra ciudad. Cinco semanas más tarde se produjo el cierre definitivo del Bristol.
Saldaño enfrentó a varios boxeadores marplatenses, como Julio Roberto Palavecino, combate suspendido en la primera vuelta en Tucumán, y sobre el final de su carrera perdió ante Tito Yanni (h) en tremendo combate en el Luna Park el 15 de marzo de 1980 y poco después se tomó el desquite. En cambio "Uby" Sacco lo venció en dos oportunidades en el Luna, la primera por puntos y la segunda por abandono, tras lo cual "La Pantera" anunció su retiro del boxeo profesional.
Asombro en el Puerto
Un par de días antes de pelear en el Bristol, un allegado al boxeo lo llevó de paseo por la ciudad y llegaron a la banquina del puerto. Al ver arribar las clásicas lanchitas amarillas abarrotadas de pescado, Saldaño exclamó: "Qué enorme cantidad de pescado!!! Estoy seguro que si lo ven los muchachos de mis pagos tucumanos, son capaces de comérselos crudos...".
"No me gustaba el boxeo"
Quien realizó 87 peleas, de las cuales ganó 61 (35 por KO), empató 13 y perdió otras 13, confesó al diario La Prensa en noviembre de 2009, entre otras cosas, que "nunca me gustó el boxeo. Yo elegí ser boxeador, pero me dejó más cosas malas que buenas. Me dejó secuelas en mi salud. Me hubiera gustado más estudiar y trabajar de otra cosa" Y a pesar de lo que piensa ahora, dos de sus hijas comenzaron a dedicarse al boxeo.
Horacio Agustín Saldaño enfrentó a todos los grandes medio medianos de su época y pudo haber sido campeón mundial, pero el 14 de diciembre de 1974 el campeón "Mantequilla" Nápoles lo noqueó en tres rounds. Se dice que Saldaño subió al ring con una severa lesión en el hombro derecho, pero igualmente combatió.
Fue un verdadero guapo y sin tener ningún título se daba el lujo de llenar el Luna Park, que lo llevó a la fama cuando comenzó a combatir allí los miércoles en 1968, para la televisión.
En la sucesión de las fechas redondas para la recordación de los grandes acontecimientos del boxeo argentino en la historia, hay también una derrota que dejó huella. Por la popularidad del perdedor y la característica singular del ganador en el mismo año de su caída más estruendosa. José Mantequilla Nápoles, cubano de nacimiento, mexicano por adopción, era un boxeador exquisito, de técnica y de pegada. Llevaba la escuela caribeña en el estilo y la fiereza del peleador atento. Era el prestigioso campeón de los welters del Consejo Mundial cuando aceptó el reto de Horacio Agustín Saldaño, La Pantera, tucumano y noqueador, ídolo del Luna Park de las noches mágicas y las tribunas repletas. La cita se estableció en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México el 14 de diciembre de 1974, una semana después de la consagración de Víctor Galíndez ante Len Hutchins en el estadio de Corrientes y Bouchard. Saldaño llegaba con la aureola de su victorias contundentes. Contra Ramón La Cruz, el gran campeón chaqueño, por ejemplo. Y con la fama creciente desde aquellas veladas televisadas de los miércoles que lo proyectaron a la gran popularidad.
Mantequilla tenía sed de revancha contra los argentinos. Ese mismo año, el 9 de febrero, en París, había recibido una paliza de Carlos Monzón hasta caer derrotado por nocaut técnico en el el séptimo asalto. Aquella fue tomada como una derrota humillante por él y por sus allegados. La ventaja de dos categorías que había otorgado (pelearon como medianos, claro) con cierta soberbia quedó estampada en su cara desfigurada. Era demasiado grande Monzón como para subestimarle su potencia.
Las consecuencias las pagó Saldaño. El argentino llegó al lugar de la pelea con una lesión en su hombro derecho que se agravó en los entrenamientos y se le extendió por el brazo. Tito Lectoure estuvo a punto de pedir la postergación. Pero la fe y la ansiedad del tucumano quisieron asumir la responsabilidad.
La pelea no fue pelea, en realidad. En su categoría y con la sangre en el ojo, Nápoles fue imparable para La Pantera. Quedó claro que para ganarle a un campeón de esa estirpe (anunciaba 34 años de edad pero se suponía que andaba por los 38) se necesitaba algo más que fortaleza y pegada. Con método y paciencia Nápoles fue sumando las ventajas en los dos primeros asaltos y derrumbó a Saldaño en el tercero hasta la cuenta del nocaut irremediable.
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