“La pelea más dificil es la que sabés que vas a ganar”, confesó, hace unos días, el campeón. Y no se equivocó. Porque el sofá de la gloria lo invitaba a relajarse. Pero Sergio “Maravilla” Martínez (48-2-2, 27 KO) no sucumbió ante la tentación: esta madrugada, derrotó por nocaut en el 11° round al inglés Darren Barker (23-1-0, 14KO) y retuvo así, por segunda vez, el cetro Diamante mediano CMB. Ganó en el ring, claro. Su verdadero triunfo, sin embargo, fue prepararse duro, cuando el fuste del retador, quizá, y equivocamente, invitaba a la pereza.
“Ahora estoy dispuesto a pelear contra quién sea”, desafió, eufórico Martínez, en el Boardwalk Hall, donde antes había protagonizado un peleón. Uno, Martínez, boxeó con las manos y con las piernas. Con astucia y engaño. El otro, Barker, puso el cuerpo y el alma, para soportar el castigo y descargar su artillería, bastante pesada por cierto. Ya desde el tañido de la campana, la sinápsis de la cabeza de Martínez, zurdo, rápido, letal, anticipó a Barker, derecho, corpulento, y guapo monarca europeo. Fue de menor a mayor Martínez y terminó ablandando a su rival.
Los golpes lineales y el uno-dos del quilmeño, que, como fiel a su estilo, bajó la guardia, una y otra vez, alcanzaron para complicar a un Barker, con brazos largos, pero sin demasiada justeza. Le costó, igual, dominar la primera parte del combate. Barker se acomodaba porque no sufría tanto como se presumía. Y hasta se había dado el gusto de llegar con un directo de derecha a la mandíbula del campeón. Un espejismo. Martínez, tras ese breve respiro, reaccionó en el cuarto, y tras un choque de cabezas, en la que se lastimó la nariz que casi no paró de sangrarle, asfixió al inglés. La pelea, por ese entonces, seguía incómoda. Barker le acortaba el ring a Martínez, que minaba la humanidad de su adversario repartiendo el castigo. Fue recién en el 5°, cuando Martínez, con el jab derecho, abrió la contienda. Hubo tensión hasta el fin. Barker fue y fue. Exigió al campeón, que en el round 10, pegó fuerte y llegó a magullarle el ojo izquierdo. Fue sólo un aviso. En el 11° asalto, con una andanada de golpes, envió a la lona a un desgastado Barker. Y ahora va por todo. En sus manos brotan y brotan ampollas. Y ... no cualquiera limpia a todos los rivales de una categoría.
“Ahora estoy dispuesto a pelear contra quién sea”, desafió, eufórico Martínez, en el Boardwalk Hall, donde antes había protagonizado un peleón. Uno, Martínez, boxeó con las manos y con las piernas. Con astucia y engaño. El otro, Barker, puso el cuerpo y el alma, para soportar el castigo y descargar su artillería, bastante pesada por cierto. Ya desde el tañido de la campana, la sinápsis de la cabeza de Martínez, zurdo, rápido, letal, anticipó a Barker, derecho, corpulento, y guapo monarca europeo. Fue de menor a mayor Martínez y terminó ablandando a su rival.
Los golpes lineales y el uno-dos del quilmeño, que, como fiel a su estilo, bajó la guardia, una y otra vez, alcanzaron para complicar a un Barker, con brazos largos, pero sin demasiada justeza. Le costó, igual, dominar la primera parte del combate. Barker se acomodaba porque no sufría tanto como se presumía. Y hasta se había dado el gusto de llegar con un directo de derecha a la mandíbula del campeón. Un espejismo. Martínez, tras ese breve respiro, reaccionó en el cuarto, y tras un choque de cabezas, en la que se lastimó la nariz que casi no paró de sangrarle, asfixió al inglés. La pelea, por ese entonces, seguía incómoda. Barker le acortaba el ring a Martínez, que minaba la humanidad de su adversario repartiendo el castigo. Fue recién en el 5°, cuando Martínez, con el jab derecho, abrió la contienda. Hubo tensión hasta el fin. Barker fue y fue. Exigió al campeón, que en el round 10, pegó fuerte y llegó a magullarle el ojo izquierdo. Fue sólo un aviso. En el 11° asalto, con una andanada de golpes, envió a la lona a un desgastado Barker. Y ahora va por todo. En sus manos brotan y brotan ampollas. Y ... no cualquiera limpia a todos los rivales de una categoría.
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