lunes, 30 de enero de 2012

Mario "cirujano" Ortíz

Hay historias que por distintos componentes calan hondo en los sentimientos de los individuos. Cuantiosas las incógnitas, los interrogantes, tantos que se yuxtaponen y hasta saturan. ¿Cuan grande habrá sido la tortura durante su fugaz existencia?
(calculo que inmensa, inacabable) ¿Qué clase, género, espécimen de fanático, masoquista y apasionado por demás se atrevería a tanto a cambio de tan poco, de algo tan irrisorio y efímero?
Participó de un cruento e inhumano juego de mesa en el que no tenía ficha. La única que atesoraba la endosó a una quimera. A una utopía que lo sosegó, lo aletargó y lo durmió no precisamente en el ring.
La negra historia de Mario Ortiz, el cirujano.
"Para triunfar en el boxeo se necesitan tres cosas. Primero hambre, segundo hambre y tercero hambre". Jack Dempsey ( Ex campeón mundial completo)
No se trata de un bisturí, ni de las tijeras curvas o rectas. No, no son las pinzas mosquito, ni siquiera es el clamp bulldog. Sí, te digo, te digo que son dos instrumentos y corresponden a un cirujano, pero no son quirúrgicos. Allá están, si todavía se ven. Son los dos livianos brazos del carismático boxeador mendocino Mario Ortiz. Un noqueador nato, sus golpes cortan. Te corta y date por operado, a la lona.
Si todavía está ahí: en guardia, inmutable y firme, con sus diminutos pies, tamaño escarpin, apoyados sobre el ring y atisbando de reojo sus huesos, cohibiendo y reprimiendo el gimoteo, el llanto, jugando a tener blindaje, a tener un lorigón, una armadura pero a cuerpo pelado. Como no recapitularlo si aún cualquier tragadero se deshidrata con aquel fatídico desenlace.
Todo era ventura en la ajetreada, pero exitosa vida de Ortiz. Que importaba esa pequeña fractura del quinto metacarpiano izquierdo en el quinto round, que iba a importar si hacía minutos se había convertido en el flamante campeón nacional peso liviano. Había intervenido quirúrgicamente a Nicolás Arkuzyn, allá por abril de 1977.
¿ Cómo iba a amainar el carnaval de box por una fractura del radio derecho, por septiembre de 1977, cuando despachó, una noche de luna, no llena, sino de Luna Park, en un festival de raudeza y coraje al uruguayo Gualberto Valdéz con una sola mano desde el primer round?. Tras el combate se enteró del diagnóstico sospechoso. De la lesión reveladora. Sí, reveladora.
Fue titiritero de una marioneta intrincada y colérica: su mismísimo ego y al igual que Pinocho dejó un cuento, pero sin final feliz, un cuento que eriza la piel, un cuento horrendo, un cuento sin una letra, sin un símbolo, signo o grafema de ficción.
A partir de la fractura, con el lechado yeso, una lámina metálica en el brazo incluida y muchísimo dolor, todo cambió en la vida de Ortiz. Logró recuperarse de la lesión, pero en una sesión de footing para recuperar su peso y poder combatir de nuevo sufrió la rotura del tendón de aquiles. Un nuevo calvario, una nueva rehabilitación. No se dio por vencido y el 23 de Junio intervino sin anestesia a Epifanio Pavón en tan sólo seis vueltas.
¿Quien podía pensar que un mes después sería internado de urgencia en el hospital Mitre de Mendoza y se le extraería de la columna vertebral un tumor, un nódulo de tristeza que ya le había paralizado las dos piernas? Todos. Las pistas fueron muchas. Repetido el sistemático ejercicio de las agujas por un par de días, uno de sus tocayos lo vaticinó: Cáncer en los huesos.
Un año después de una de las epopeyas mas recordadas que haya vivido la manzana Corrientes-Lavalle- Bouchard- Madero, más precisamente el 11 de septiembre, murió.
Inflamado de coraje y de corticoide, de ganas y de miedos guardó, archivó en su corazón, blando pero irrompible, antítesis absoluta de sus débiles huesos, las imágenes de sus 30 nocauts, su intocable e inmaculada corona nacional y la proeza ante Valdez.
Siendo esclavo de un inmodificable destino lanzó golpes a la vida, golpes que quedaron sepultados en el aire, golpes que aún se escuchan y escucharán por todos los rincones de cualquier cuadrilátero. Golpes secos y extraviados, golpes muertos y perdidos que por no haber impactado contra algo flotaran en la nada y harán eco de un mundo de sueños desvanecido en menos de 400 días.
Del hospital al ring, del ring al dolor, al sufrimiento, al achaque, al padecimiento, al ring de nuevo, a la barbarie, hasta el horror. Un rojizo par de guantes se disgrega en sangre, en hemorragia, se evapora en cáncer. Epitelioma, carcinoma y cefaloma. Cáncer y fin del cirujano, un cirujano de 24 efímeros eneros, curado de espantos y enfermo de ira, de chao, de adiós.

Fue profeta en su tierra

Carolina Gutiérrez retuvo el título interino supermosca de la AMB en su tierra, luego de ganar por puntos en fallo unánime a la colombiana María Andrea Miranda.
Fue profeta en su tierra. La cordobesa Carolina Gutiérrez retuvo el título interino supermosca de la AMB, al vencer en decisión unánime en 10 rounds a la colombiana María Andrea Miranda, en una pelea disputada anoche en el Polideportivo Embalse de Calamuchita, en Embalse Río Tercero.
Chapita, como se la conoce en el ambiente del box, no tuvo una pelea lúcida pero ganó con el siguiente puntaje: Gabriel Tavella (Argentina) 98-92, y Hugo De León (Uruguay) y Danilo Dongo (Perú) coincidieron en 97-93.
La boxeadora argentina, que no luchaba desde febrero, buscará ahora unificar la corona ante la campeona regular supermosca AMB, la japonesa Tenkai Tsunami.

sábado, 21 de enero de 2012

Muy Oscuro en Brasil

El brasileño Gilberto Pereira Santos (4-0, 3 ko) pelea hoy. Si bien el miércoles se anunciaba que lo haría en San Pablo ante el porteño Ricardo Quiñones (8-5-1, 2 ko y 1 pko), ayer se anunció que el combate será en Goiás (a 840 km de la sede inicial) ante el bonaerense Juan José Dias (12-12-4, 2 ko y 1 pko).
Estará en juego el cetro Latino OMB superwelter interino, cinturón que en 2011 ganaron (sin enfrentarse entre sí) los argentinos Javier Maciel y Sergio Sanders, el brasileño Mike Miranda y el boricua Jorge Meléndez. Poco serio...

PRIMA LA FALTA DE SERIEDAD

El tucumano Carlos Ruiz (11-0, 7 ko) ganó en su décima pelea profesional el cetro Latino OMB minimosca, contrariando las normas de la FAB, que en el artículo 17.02 de su reglamento establece que para ir por un cinturón debe convertirse en fondista tras pelear, al menos, tres veces a 8 rounds. Ruiz no lo había hecho nunca.
Ahora, sin haber cumplido aún con el bendito artículo 17.02, el Bad Boy tucumano fue autorizado a pelear en el extranjero. Hoy se presentará en el Centro de Convenciones de Jilotepec de Molina Enríquez (una ciudad a 2.500 metros de altura) ante el local Luis Ceja (20-1-3, 17 ko), por el cetro Fecarbox minimosca que posee el mexicano, lo que supone otra anomalía reglamentaria ya que ese título regional que reconoce el CMB debería estar reservado a boxeadores de Centroamérica, no a un sudamericano como es Ruiz.

miércoles, 11 de enero de 2012

OLIVERAS POR DEMOLICION


Alejandra Oliveras GKO5 a la mexicana Villafranca por el pluma OMB, tercer título en distinto peso.
Alejandra Oliveras entró a los libros como la primer pugilista argenta (sin importar sexo) que reina en tres categorías (ver La trilogía ). Con las armas que le valieron el mote de Locomotora, la jujeña radicada en Córdoba fue y fue para calzarse la corona pluma OMB, que estaba vacante. Desordenada a veces, siempre vigorosa, Oliveras (24-2-2, 10 ko - 57 kg) machacó a la mexicana Jessica Villafranca (13-5, 7 ko y 2 pko - 56,2 kg) hasta hacerla abandonar al sonar la campana para el 5º asalto, por lo que el árbitro local Hernán Guajardo decretó el nocaut técnico.
“Esto se lo dedico a la memoria de don Amílcar Brusa, gran maestro del boxeo y la vida. Cuando estoy mal y no quiero ir al gimnasio, siento su voz diciendo: ‘Andá a llorar a los velorios’”, afirmó Oliveras, de 33 años, recordando a su ex técnico, que murió en octubre último.
En el semifondo en el Gimnasio de San Antonio de Areco, el tigrense Mateo Verón (11-6-2-2 sd, 1 ko y 3 pko - 70 kg) GKOT8 al bonaerense Sergio Sanders (18-8-2, 11 ko y 5 pko - 71,1 kg), repitiendo el éxito del 11/11/11 (GP3)

jueves, 5 de enero de 2012

Mora ganó pero no logró el título UBO por pasarse en 5 kg.



El boxeo siempre da sopresas. El neuquino radicado en Córdoba Francisco Mora (56-17-1, 36 ko y 7 pko) venía de tres derrotas antes del límite. A los 38 años, se fue en silencio a Vanuatu (un pequeño paraíso fiscal de Oceanía) para pelear por el cetro supermediano de la ignota Organización Universal (UBO), una entidad que tenía como campeón al local Kali Jacobus (15-4, 11 ko y 2 pko).
En la localidad de Luganville, el Chino dio un sorpresón ya que mandó a la lona a Jacobus en el 2º, 5º, 6º y 7º rounds; tras la última, el árbitro Reginald Leca decretó el nocaut técnico. Pero Mora -un trotamundos de los guantes- no se trajo el cinturón de campeón porque en el pesaje dio 81,3 kg (5,1 kg arriba del límite), por lo que la entidad con base en Alemania sigue reconociendo como monarca al noqueado Jacobus (pesó 74,3 kg).

Horacio Agustín Saldaño: La "Pantera"


Como en el caso del "Mono" Gatica, no necesitó ser campeón argentino, sudamericano o mundial para llegar a ídolo de la afición boxística. Se llama Horacio Agustín Saldaño, "La pantera tucumana" y el 17 de octubre cumplió 63 años. Nació en Tucumán y ya a los 9 comenzó a practicar boxeo por consejo de su padre. Después de su etapa de amateur, ingresó al profesionalismo a los 18, en 1966 y prolongó su campaña hasta que una segunda derrota ante "Uby" Saco en 1983 le indicó el camino del retiro. Tenía entonces 36 años.
El 14 de setiembre de 1968 ?Día del Boxeador? se presentó por primera vez en el Bristol. En una de las peleas más fragorosas, más intensas que me tocó relatar, venció por puntos en 5 asaltos por decisión técnica (lesiones en el rostro del rival) al duro español José Acha Paz, al que había derribado dos veces en el round inicial. Aldrovandi estuvo en el rincón del tucumano (65,660) y Pradeiro en la esquina del hispano (65,200) Ese mismo año Saldaño ganó por KOT a Aníbal Di Lella, quien tiempo después logró tomarse revancha venciendo por puntos en gran actuación. Fue el 23 de febrero de 1972, en la última actuación de Saldaño en nuestra ciudad. Cinco semanas más tarde se produjo el cierre definitivo del Bristol.
Saldaño enfrentó a varios boxeadores marplatenses, como Julio Roberto Palavecino, combate suspendido en la primera vuelta en Tucumán, y sobre el final de su carrera perdió ante Tito Yanni (h) en tremendo combate en el Luna Park el 15 de marzo de 1980 y poco después se tomó el desquite. En cambio "Uby" Sacco lo venció en dos oportunidades en el Luna, la primera por puntos y la segunda por abandono, tras lo cual "La Pantera" anunció su retiro del boxeo profesional.
Asombro en el Puerto
Un par de días antes de pelear en el Bristol, un allegado al boxeo lo llevó de paseo por la ciudad y llegaron a la banquina del puerto. Al ver arribar las clásicas lanchitas amarillas abarrotadas de pescado, Saldaño exclamó: "Qué enorme cantidad de pescado!!! Estoy seguro que si lo ven los muchachos de mis pagos tucumanos, son capaces de comérselos crudos...".
"No me gustaba el boxeo"
Quien realizó 87 peleas, de las cuales ganó 61 (35 por KO), empató 13 y perdió otras 13, confesó al diario La Prensa en noviembre de 2009, entre otras cosas, que "nunca me gustó el boxeo. Yo elegí ser boxeador, pero me dejó más cosas malas que buenas. Me dejó secuelas en mi salud. Me hubiera gustado más estudiar y trabajar de otra cosa" Y a pesar de lo que piensa ahora, dos de sus hijas comenzaron a dedicarse al boxeo.
Horacio Agustín Saldaño enfrentó a todos los grandes medio medianos de su época y pudo haber sido campeón mundial, pero el 14 de diciembre de 1974 el campeón "Mantequilla" Nápoles lo noqueó en tres rounds. Se dice que Saldaño subió al ring con una severa lesión en el hombro derecho, pero igualmente combatió.
Fue un verdadero guapo y sin tener ningún título se daba el lujo de llenar el Luna Park, que lo llevó a la fama cuando comenzó a combatir allí los miércoles en 1968, para la televisión.


En la sucesión de las fechas redondas para la recordación de los grandes acontecimientos del boxeo argentino en la historia, hay también una derrota que dejó huella. Por la popularidad del perdedor y la característica singular del ganador en el mismo año de su caída más estruendosa. José Mantequilla Nápoles, cubano de nacimiento, mexicano por adopción, era un boxeador exquisito, de técnica y de pegada. Llevaba la escuela caribeña en el estilo y la fiereza del peleador atento. Era el prestigioso campeón de los welters del Consejo Mundial cuando aceptó el reto de Horacio Agustín Saldaño, La Pantera, tucumano y noqueador, ídolo del Luna Park de las noches mágicas y las tribunas repletas. La cita se estableció en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México el 14 de diciembre de 1974, una semana después de la consagración de Víctor Galíndez ante Len Hutchins en el estadio de Corrientes y Bouchard. Saldaño llegaba con la aureola de su victorias contundentes. Contra Ramón La Cruz, el gran campeón chaqueño, por ejemplo. Y con la fama creciente desde aquellas veladas televisadas de los miércoles que lo proyectaron a la gran popularidad.

Mantequilla tenía sed de revancha contra los argentinos. Ese mismo año, el 9 de febrero, en París, había recibido una paliza de Carlos Monzón hasta caer derrotado por nocaut técnico en el el séptimo asalto. Aquella fue tomada como una derrota humillante por él y por sus allegados. La ventaja de dos categorías que había otorgado (pelearon como medianos, claro) con cierta soberbia quedó estampada en su cara desfigurada. Era demasiado grande Monzón como para subestimarle su potencia.

Las consecuencias las pagó Saldaño. El argentino llegó al lugar de la pelea con una lesión en su hombro derecho que se agravó en los entrenamientos y se le extendió por el brazo. Tito Lectoure estuvo a punto de pedir la postergación. Pero la fe y la ansiedad del tucumano quisieron asumir la responsabilidad.

La pelea no fue pelea, en realidad. En su categoría y con la sangre en el ojo, Nápoles fue imparable para La Pantera. Quedó claro que para ganarle a un campeón de esa estirpe (anunciaba 34 años de edad pero se suponía que andaba por los 38) se necesitaba algo más que fortaleza y pegada. Con método y paciencia Nápoles fue sumando las ventajas en los dos primeros asaltos y derrumbó a Saldaño en el tercero hasta la cuenta del nocaut irremediable.

Sandy Saddler, una leyenda del ring

Joseph Saddler se convirtió en Sandy en sus primeros pasos en el boxeo. Con el fin de promocionarlo, un publicista lo vistió de escocés, con falda y boina incluidas, y una peluca anaranjada le valió el mote de Sandy (pelirrojo). Así se conoció mundialmente a Saddler, nacido en Boston el 25 de junio de 1926. Su padre era nativo de las Indias Occidentales y su madre norteamericana, y junto con sus cuatro hermanos (dos varones y dos mujeres) se instaló en Harlem, Nueva York.
Tenía una buena altura para sus 16 años (medía 1,71 m), lo que lo impulsó a practicar basquetbol. No tardó en dejarse impresionar por el boxeo y pronto ingresó en la Liga Atlética de la Policía.
Aún no había cumplido 18 años cuando decidió hacerse profesional en el deporte de los puños. Debutó ante Earl Roys, el 7 de marzo de 1944, y le ganó por puntos en 8 rounds. Fue en Hartford y entre los asistentes estaba el crédito de la ciudad: Willie Pep, nada menos que el hombre con el que años más tarde protagonizaría uno de los clásicos más resonantes de todos los tiempos.
Era una época en la que el pugilismo no se fijaba demasiado en el desgaste de un boxeador. En su primer año como rentado, Saddler, un buen ejemplo de aquellos tiempos, efectuó 22 peleas en 1944 y 24 en la temporada siguiente.
En el gimnasio tenía su espejo: el gran Archie Moore, campeón mundial de los semipesados. Saddler no sólo compartía con él al entrenador y manager Charley Johnston; además, Moore era una especie de guía. "Archie me enseñó cómo acercarme y pegar en la corta distancia", admitió Sandy alguna vez.
Saddler acumuló un buen récord y de él ya se hablaba como una figura para tener muy en cuenta. Y le tocó la oportunidad de ir por la gloria. Transcurría 1948 y enfrente estaba Willie Pep, aquel que había sido testigo del debut de Saddler, pero que ahora era el campeón mundial de los plumas e ídolo de los aficionados norteamericanos.
En Nueva York, Saddler dejó en claro que tenía una pegada tremenda. No sólo le quitó el título a Pep, en el 4° round; también le infligió a su rival la primera derrota por KO en 137 combates.
Sin embargo, cuatro meses más tarde llegaría el desquite para Pep, que recuperó el título al ganar por decisión, a pesar de haber recibido una paliza en los últimos rounds (le dieron 11 puntos de sutura). Como consuelo, en ese mismo 1949, Saddler superó al cubano Orlando Zulueta y se apoderó de la corona mundial superpluma.
Casi 40.000 personas concurrieron al Yankee Stadium, de Nueva York, para ver el tercer choque entre Saddler y Pep, en 1950. La decisión de Pep de no salir a pelear en el 8° round (tenía un hombro dislocado) le devolvió a Saddler el cetro pluma. El mismo que revalidó en 1951, en el cuarto y último enfrentamiento con Pep, que luego de una cruenta batalla abandonó en el 9° asalto. Tan sucia fue la pelea que la Comisión de Deportes de Nueva York suspendió a ambos.
Fue el cierre de uno de los clásicos más trascendentes de la historia del pugilismo. A Saddler le siguió una pausa de dos años, en los que sirvió al ejército norteamericano.
Todavía se recuerda la visita que realizó en el 51 por Buenos Aires, donde Alfredo Prada, Oscar Flores y Angel Olivieri quedaron KO en el Luna Park.
Siguió como campeón hasta que un accidente automovilístico le provocó heridas graves en un ojo, que lo obligaron a dejar el boxeo. Sus números no dejan de impresionar: 162 peleas, 144 triunfos (103 KO), 16 derrotas y dos empates. Como entrenador, se destaca su labor junto a George Foreman.
A Saddler el reconocimiento total le llegó en 1990, cuando ingresó en el Salón de la Fama de Boxeo. En la emotiva ceremonia, Sandy sonrió y se abrazó con otro flamante miembro: Willie Pep.