jueves, 5 de enero de 2012

Sandy Saddler, una leyenda del ring

Joseph Saddler se convirtió en Sandy en sus primeros pasos en el boxeo. Con el fin de promocionarlo, un publicista lo vistió de escocés, con falda y boina incluidas, y una peluca anaranjada le valió el mote de Sandy (pelirrojo). Así se conoció mundialmente a Saddler, nacido en Boston el 25 de junio de 1926. Su padre era nativo de las Indias Occidentales y su madre norteamericana, y junto con sus cuatro hermanos (dos varones y dos mujeres) se instaló en Harlem, Nueva York.
Tenía una buena altura para sus 16 años (medía 1,71 m), lo que lo impulsó a practicar basquetbol. No tardó en dejarse impresionar por el boxeo y pronto ingresó en la Liga Atlética de la Policía.
Aún no había cumplido 18 años cuando decidió hacerse profesional en el deporte de los puños. Debutó ante Earl Roys, el 7 de marzo de 1944, y le ganó por puntos en 8 rounds. Fue en Hartford y entre los asistentes estaba el crédito de la ciudad: Willie Pep, nada menos que el hombre con el que años más tarde protagonizaría uno de los clásicos más resonantes de todos los tiempos.
Era una época en la que el pugilismo no se fijaba demasiado en el desgaste de un boxeador. En su primer año como rentado, Saddler, un buen ejemplo de aquellos tiempos, efectuó 22 peleas en 1944 y 24 en la temporada siguiente.
En el gimnasio tenía su espejo: el gran Archie Moore, campeón mundial de los semipesados. Saddler no sólo compartía con él al entrenador y manager Charley Johnston; además, Moore era una especie de guía. "Archie me enseñó cómo acercarme y pegar en la corta distancia", admitió Sandy alguna vez.
Saddler acumuló un buen récord y de él ya se hablaba como una figura para tener muy en cuenta. Y le tocó la oportunidad de ir por la gloria. Transcurría 1948 y enfrente estaba Willie Pep, aquel que había sido testigo del debut de Saddler, pero que ahora era el campeón mundial de los plumas e ídolo de los aficionados norteamericanos.
En Nueva York, Saddler dejó en claro que tenía una pegada tremenda. No sólo le quitó el título a Pep, en el 4° round; también le infligió a su rival la primera derrota por KO en 137 combates.
Sin embargo, cuatro meses más tarde llegaría el desquite para Pep, que recuperó el título al ganar por decisión, a pesar de haber recibido una paliza en los últimos rounds (le dieron 11 puntos de sutura). Como consuelo, en ese mismo 1949, Saddler superó al cubano Orlando Zulueta y se apoderó de la corona mundial superpluma.
Casi 40.000 personas concurrieron al Yankee Stadium, de Nueva York, para ver el tercer choque entre Saddler y Pep, en 1950. La decisión de Pep de no salir a pelear en el 8° round (tenía un hombro dislocado) le devolvió a Saddler el cetro pluma. El mismo que revalidó en 1951, en el cuarto y último enfrentamiento con Pep, que luego de una cruenta batalla abandonó en el 9° asalto. Tan sucia fue la pelea que la Comisión de Deportes de Nueva York suspendió a ambos.
Fue el cierre de uno de los clásicos más trascendentes de la historia del pugilismo. A Saddler le siguió una pausa de dos años, en los que sirvió al ejército norteamericano.
Todavía se recuerda la visita que realizó en el 51 por Buenos Aires, donde Alfredo Prada, Oscar Flores y Angel Olivieri quedaron KO en el Luna Park.
Siguió como campeón hasta que un accidente automovilístico le provocó heridas graves en un ojo, que lo obligaron a dejar el boxeo. Sus números no dejan de impresionar: 162 peleas, 144 triunfos (103 KO), 16 derrotas y dos empates. Como entrenador, se destaca su labor junto a George Foreman.
A Saddler el reconocimiento total le llegó en 1990, cuando ingresó en el Salón de la Fama de Boxeo. En la emotiva ceremonia, Sandy sonrió y se abrazó con otro flamante miembro: Willie Pep. 

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