lunes, 22 de mayo de 2017

41 años sin Ringo Bonavena

El balazo en el pecho no le dolió más que todas las piñas recibidas a lo largo de su carrera pugilística, pero sí fue para el cuerpo de Oscar "Ringo" Bonavena el enemigo más temido, que lo volteó por toda la cuenta, cuando sólo tenía 33 años, en un nocaut mortal que sacudió el alma de los argentinos.
El rifle asesino ejecutado por un guardaespalda de un mafioso en Nevada, aquella madrugada del 22 de mayo de 1976, cerró trágicamente el periplo de una vida azarosa, llena de gloria, aventuras y un final de película "clase B" del cine norteamericano.
"Ringo", el grandote con alma de chico, que desde las calles de Parque Patricios conquistó el mundo del boxeo en la época más brillante de la categoría Pesado, cumplió con un deseo inconsciente: morir a los 33 años, "la misma edad de Cristo".
¡Qué lejos estaba esa noche fría de mayo de 1976, en las puerta del aquel tugurio llamado Mustang Ranch, de la gloriosa jornada del 7 de diciembre, seis años antes, cuando casi cumple la hazaña de derrotar al mítico Muhammad Alí en el mismísimo Madison Square Garden de Nueva York! Qué extraña parábola del destino hizo que el gigante de pies planos colgara de a poco una trayectoria de fama en el boxeo para adentrarse en el tortuoso mundo de la mafia, las drogas y la
prostitución.
La muerte lo encontró queriendo ingresar al cabaret de donde fue echado por su propietario, Joe Conforte, quien había compradosu contrato y fue su protector.
El mafioso cumplió la "vendetta" de mandarlo a matar, con cualquier excusa, usando para este fin a un tal William Ross Brymer.
Esa bala acertó al lado del corazon de Bonavena, que intentaba ingresar al lugar para reclamar cierta autoridad tras tener un romance con la madura mujer de Conforte.
En esos tiempo grises, Bonavena vivía en una casa rodante en Nevada, y la última vez que había estado en Buenos Aires, prometió a los amigos que sería dueño de un lugar "increíble", ese deseo fue el que finalmente lo mató.
Seis meses antes, sin saberlo, se despidió del público argentino con una pelea "callejera" en el Luna Park con el entonces campeón argentino de los pesados, Raúl Gorosito, a quien venció por puntos y por capacidad verborrágica.
Esa noche de noviembre de 1975, el estadio de Corrientes y Bouchard se llenó como en sus mejores jornadas para ver una pelea que tuvo los tipicos condimentos de Bonavena: mucha polémica previa y show de bravuconadas.
Ese templo del boxeo argentino, que una década antes lo vió ganar ese título nacional de la máxima categoría ante Gregorio Peralta -la noche de mayor público en la historia del Luna- lo recibió días después de su muerte, para velarlo como uno de sus máximos ídolos populares.
En días oscuros de dictadura, el pueblo salió a la calle para acompañar en una procesión triste y dolorosa el cortejo fúnebre que lo llevó a la Chacarita, con su recordada madre, doña Dominga llorando abrazada a sus nietos -los hijos de "Ringo"- y una presencia impensada, Sally Conforte, la mujer de la discordia.
Su duro periplo final no apagó en la memoria colectiva el carisma de Bonavena que no solo fue un guapo en el ring, sino que se dio el gusto de protagonizar programas der televisión, tres películas y una tewmporada de teatro de revistas en El Nacional, junto a Zulma Faiad y Adolfo Stray.
Fue grande porque en su época de gladiador de los rings no se anduvo con chiquitas, peleó con los mejores de una década llena de
figuras como Floyd Patterson, Joe Frazier, Jimmy Ellis, Jerry Quarry, Zora Folley y George Foreman, entre otros.
El ex campeón del mundo era de otro planeta y "Ringo" totalmente humano, la superioridad técnica del norteamericano pudo más y cuando todos esperaban la hazaña de terminar de pie los 15 rounds, Alí lo venció por nocaut técnico tras tres caídas consecutivas en la última vuelta.
Aquel sábado 22 de mayo de 1976, los argentinos estaban expectantes frente al televisor, a primer ahora de la tarde, para ver la defensa del título medio pesado de Víctor Galìndez ante Richie Kates, cuando la noticia golpeó sin pedir permiso.
A 41 años, es su picardía, su gesto bonachon, el amor por Huracán lo que trasciende a una muerte absurda, la risa al recordar cuando fue suspendido en Argentina, en 1963, al morder la tetilla de un rival que le ganaba con claridad.
También la nostalgia, porque para muchos que no lo conocieron, el enorme "Ringo" es el que cada año canta desde las pantallas de un canal de noticias el "Pío-Pío-Pá", cuando se anuncia la llegada de la primavera.

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